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IV

Y seis días transcurrieron sin acordarse Víctor de la sobremesa; y muy preocupado el ánimo del joven marino, á medio enamorar, ó enamorado á medias, de beldad cuyo buen nombre rasguñaba alguno por despecho, y que otros ponderaban como la virtud en persona.

En ambas ocasiones el mayor peligro de inexperta joven está en su propia belleza. Una sonrisa inocente, menos es seducción de coquetería que una gracia de alma buena.

— Cosas del otro jeves, murmuraron los comensales; y la semana pasaba. ¡Cuan largas son las horas de espera, para quien ama con sinceridad, si la duda atormenta.

El jueves llegó, subiendo uno la estrecha y empinada escalera, y descendiendo el otro, precipitado á la eternidad por los mismos peldaños, que poco antes habían bajado el cadáver de Alvarez, los falsos y traidores amigos que allí le asesinaron.

¡Fatal era aquella escalerita, (Esmeralda número 13), como la mesa de los trece amigos, donde hubo un traidor.

¿Qué había ocasionado tan sangriento desenlace?