un día» al almacenero Binel producto de las gordas vacas holandesas.
Seguía á éste el «banco del rompeplatos», proveniente etimología del sueco, que sordo había dejado á su primogénito, al nacer filarmónico, futuro compositor argentino, tamborilando incesamente en el inclinado pupitre, ensayando pininos musicales, preludios que orquestara luego con música de platos, rompiendo sus altos rimeros en el almacén de loza de Mr. Hargreaves (Piedad número 55). Acabó por poner en escena en Suecia la primera ópera de un argentino con buen éxito, comprobando una vez más que nadie es profeta en su tierra.
Tan paciente pecoso, poco se encalabrinaba cuando el más travieso buscapleitos llamábale: «¡Ché, rompeplatos, no te chupes los caramelos de Monguillot que le birló Fasquel al pasar por la propia vereda de ambos, frente la vidriera de su confitería!» (Victoria" núm. 15).
Una, dos y tres generaciones adoctrinó bajo aquellos viejos techos el señor Peña, entre cuyos sobresalientes algún tradicionista clarovidente, pudo señalar «el banco de los Obispos», donde