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permitido vincular su nombre á una obra de la importancia de aquella, cuyos trabajos inauguraba.
Reasumió la satisfacción, esa muda lágrima del sencillo paisano, que como al paso de una cosa santa, se arrodillaba en medio de los campos para reverenciar al ferrocarril, que vino á dilatar la tierra y abreviar la distancia.
Las dos primeras leguas de vía férrea, el mayor timbre en la administración del primer Gobernador Constitucional, sólo costaron cuatrocientos mil pesos nacionales. Sobre los treinta y dos mil kilómetros que les han seguido, menos interesa saber su costo que el del importe de las riquezas que han transportado. Tal reflexiona este último sobreviviente de los invitados á la inauguración del primer ferrocarril.