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Página:Tradiciones argentinas Primera serie.djvu/256

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del Congreso Federal en el Paraná, uno de sus diputados exclamó:

— Abriremos las puertas á cañonazos, para congregarnos definitivamente!...


III

Sordo rumor lejano primeramente, aumentando luego, creciendo y creciendo hasta retemblar toda la tierra, se aproxima, llega y pasa como tromba devastadora. Espeso terragal entenebrece los aires, y gritos, ayes y exclamaciones aumentan confusión. ¡Es la caballería de Buenos Aires que se dispersa! A pesar de rebalsar las dos alas de la contraria, deserta del campo sin disparar un tiro ni cruzar una lanza.

El Comandante Ortega en su última noche había dicho en el fogón de la gran guardia avanzada, desconfiando de milicos novatos, los mismos que dispararan en Cepeda:

— Al soldado que dispare debe rasurársele un bigote, semejando el castigo con que Wéllington afrentó los cazadores ingleses, vistiéndoles con polleras en España, al doblarse frente las águilas imperiales.

Y ambos jefes, éste y el Coronel Benavente, beneméritos en la Cruzada Libertadora con