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cuando bajara de la Escuadra Francesa el Vicealmirante Mackau á visitarle, en circunstancias que un mismo sofá de crin negra sobre caoba conversaban ambos, salía el General Guido del salón de Gobierno exclamando con admiración:

— ¡Jamás he visto juntos dos hombres más buenos mozos!

Agregando la hermana del Gobernador, al ver entraba el General Mansilla:

— Ni militar de más gallarda planta que mi marido.

— Tiene razón, Agustinita; ni mujer más hermosa que la que con tanta perspicacia lo observa.

Y el galante diálogo entre una dama de esprit y el más culto y galante de nuestros diplomáticos, seguiría derramando rosas en el salón del mismo, más largo sin duda que aquella visita.

Pero como ninguno de los referidos personajes lo es de esta tradición, agregaremos solamente que tratándose de cristiano tan gallardo, nada extraño fué anduvieran Cacicas y Capitanejas á tirones de crenchas, cuando cristianas muy recatadas, caso hay más de uno acostumbraban imitarlas.


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Cómo, cuándo y dónde cayó Rozas cautivo, tema es de capítulo aparte. Mientras alguna alma