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No había transcurrido veinte días cuando, derrotados sus exploradores en los desfiladeros de la sierra, apenas escapó el que llevara el cuento.

De notar fué que contra las órdenes superiores y advertencias de subalternos más prácticos, desoyendo los consejos de la prudencia, iniciara Piera su injustificada invasión.

Confirmando una vez más que á la crueldad unida va la cobardía, á este jefe, que tan inhumanamente había pasado á cuchillo toda una tribu el año anterior, no sólo se le aflojaron los calzones, sino que cayó muerto de susto, al saber la pérdida de su hermano, Oficial de vanguardia.

La situación era bien afligente; pero quedaba Gómez, á quien no se le cayeron, porque llevó durante toda la vida bien puestos los muy ajustados que por entonces se usaban.

Este Oficial en quien recaía el mando, no era hombre de atortolarse, y no obstante quedar á pie en media pampa, rodeado de indios, su prudencia y serenidad salvó á los que la impericia de su jefe dejaba á punto de perecer en el desierto.

Improvisado un atrincheramiento al pie de la Sierra de la Ventana, mientras que entretenía á los indios con parlamentos, acechaba la ocasión de hacer salir algún chasqui bajo las sombras de la noche, pidiendo auxilios á Patagones. Aunque