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Página:Tradiciones peruanas - Tomo III (1894).pdf/120

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Tradiciones peruanas

bía cumplido con las leyes penales, en cambio había pecado como obispo, dando al traste con la evangélica mansedumbre que debe caracterizar á un mitrado, y asaltábanle mil devotos escrúpulos que le obligaban á arrodillarse á los pies de su lego, diciéndole: Hermanito, perdóname!

Saldaña no se hacía de rogar, acordaba el perdón tan humildemente solicitado, y el señor obispo iba á celebrar misa en su oratorio ó en la catedral.

Esta escena se repetía por lo menos cuatro veces en el mes; pero una mañana aconteció que la paliza hubo de llegarle tan á lo vivo al lego, que cuando vino el momento de que el pastor se arrodillase, le contestó: —Levántese au señoría, si quiere, que hoy no me siento con humor de perdonar.

—Pero, hermanito, no me guarde rencor, que eso no es de cristianos.

—No hay hermanito que valga. Toque á otra puerta. No perdono.

—Mire, hermano, que va á dejarme sin celebrar el santo sacrificio.

—Y á mi ¿qué?

Va sobre su alma el pecado en que yo incurta, —La paliza ha ido sobre mis costillas, y váyase lo uno por lo otro.

No se canse, padre reverendisimo, no perdono.

Aquella mañana el señor obispo Pamplona se quedó sin celebrar, Y pasaron dos semanas, y el lego erre que erre y la misa sin decirse.

El buen prelado no se creía con el espíritu bastante limpio para tomar en sus manos la divina Forma.

Los familiares se alarmaron, recelando que su ilustrísima estuviera seriamente enfermo, y en breve la novedad cundió por Arequipa. Parece que aun se trató en Cabildo de hacer rogativas públicas por la salud del diocesano.

¡Quince días sin decir misa el que nunca había dejado de llenar este precepto Aquello era inusitadoy daba en qué cavilar hasta al tuturutu de la plaza.

Al cabo de este tiempo aplacóse la cólera de Saldaña y otorgó el perdón que todas las mañanas había estado solicitando en vano, su coronel y obispo.

Aquel día las campanas de la ciudad se echaron á vuelo. Su ilustrisima había recobrado la salud, pues celebró el santo sacrificio en la catedral.

Desde entonces el lego Saldaña empezo á echar mofletes. El señor Pamplona le hizo gracia de palizas, no volviendo á medirle las costillas con vara de acebuche.