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Página:Tradiciones peruanas - Tomo III (1894).pdf/133

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Ricardo Palma

Y ello es que el tiempo corría, y alegatos iban y alegatos venían, y la validez ó nulidad del matrimonio no tenía cuando declararse. Entretanto, el nombre del buen conde andaba en lenguas y dando alimento á coplas licenciosas, que costumbre era en Lima hacer versos á porrillo sobre todo tema que á escándalo se prestara. He aquí unas redondillas que liguran en el proceso, y de las que se hizo mérito para acusar de impotencia al pobre conde: Con una espada mohosa y ya sin punta ni filo estate, conde, tranquilo: no pienses en otra cosa.

Toda tu arrogancia aborta cuando la pones á prueba: tu espada, como no es nueva, conde, ni pincha ni corta.

Lo mejor que te aconsejo es que te hagas ermitaño; que el buen manjar hace daño al estómago de un viejo.

Para que acate Mariana de tus privilegios parte, necesitabas armarte de una espada toledana.» Convengamos en que los poetas limeños, desde Juan de Caviedes hasta nuestros días, han tenido chispa para la sátira y la burla.

Cuando circularon manuscritos estos versos, amostazóse tanto el agraviado, que fuese por desechar penas ó para probar á su detractor que era aún hombre capaz de quemar incienso en los altares do Venus, echóse á la vida airada y á hacer conquistas, por su dinero, se entiende, ya que no por la gentileza de sus personales atractivos.

Tal desarreglo lo llevó pronto al sepulcro y puso fin al litigio.

Marianita Belzunce salió entonces del claustro, virgen y viuda. Joven, bella, rica é independiente, presumo que (esto no lo dicen mis papeles) encontraría prójimo que, muy á gusto de ella, ontrase en el pleno ejercicio de las funciones maritales, felicidad que no logró el difunto.