En esos tiempos regía por doctrina aquello de que la letra con sangre entra, y todos los colegios tenían un empleado ó bedel, cuya tarea se reducía á aplicar tres, seis y hasta doce azotes sobre las posaderas del estudiante condenado á ir al rincón.
Pasó á otro. En el nominativo de quis vel quid ensartó un despropósito, y el maestro profirió la tremenda frase: Al rincón! ¡Quita calzón!
Y ya había más de una docona arrinconados, cuando le llegó su turno al más chiquitín y travieso de la clase, uno de esos tipos que llamamos revejidos, porque á lo sumo representaba toner ocho años, cuando en realidad doblaba el número.
—Quid est oratio?—le interrogó el obispo.
El niño ó conato de hombre alzó los ojos al techo (acción que involuntariamente practicamos para recordar algo, como si las vigas del techo fueran un tónico para la memoria) y dejó pasar cinco segundos sin responder. El obispo atribuyó el silencio á ignorancia, y lanzó el inapelable fallo: —¡Al rincón! ¡Quita calzón!
El chicuelo obedeció, pero rezongando entre dientes algo que hubo de incomodar á su ilustrísima.
—Ven acá, trastuelo. Ahora ne vas á decir qué es lo que murmuras.
—Yo, nada, señor.... nada—y seguía el muchacho gimoteando y pronunciando á la vez palabras entrecortadas.
Tomó á capricho el obispo saber lo que el escolar murmuraba, y tanto le hurgó que, al fin, le dijo el niño: —Lo que hablo entre dientes es que, si su señoría ilustrísima me permitiera, yo también le haría una preguntita, y había de verse moro para contestarinela de corrido.
Picóle la curiosidad al buen obispo, y sonriéndose ligeramente, res pondió: —A ver, hijo, pregunta.
—Pues con venia de su señoría, y si no es atrevimiento, yo quisiera que me dijese euántos Dominus vobiscum tiene la misa.
El Sr. Chávez de la Rosa, sin darse cuenta de la acción, levantó los ojos.
—Ah—murmuró el niño, pero no tan bajo que no lo oyese el obispo.—También él mira al techo.
La verdad es que á su señoría ilustrísima no se le había ocurrido hasta ese instante averiguar cuántos Dominus vobiscum tiene la misa (1) (1) Mi amigo el presbitero español D José María Sbarbi, ocupándose en El Averiguador, periódico madrileño, de esta tradición, asegura que son ocho los Dominus vobiscum.