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Página:Tradiciones peruanas - Tomo III (1894).pdf/158

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Tradiciones peruanas

sus visitas y concluyó por suprimirlas. Era de reglamento que así procedieso. Otro amorcillo lo traía encalabrinado.

La infeliz Laurentina perdió el apetito, y dió en suspirar y desmejorarse á ojos vistas. El anciano, que no podía sospechar hasta dónde llcgaba la desventura de su hija predilecta, se esforzaba en vano por hacerla recobrar la alegría y por consolarla del desvio del galancete: —Olvida á ese loco, hija mía, y da gracias a Dios de que á tiempo haya mostrado la mala hilaza. Novios tendrás para escoger como en peras, que eres joven, bonita y rica y honrada..

Y Laurentina se arrojaba llorando al cuello de su padre, y escondía sobre su pecho la púrpura que teñía sus mejillas al oirse llamar honrada por el confiado anciano.

Al fin, éste se decidió á escribir á Baldomero pidiéndole explicaciones sobre lo extraño de su conducta, y el atolondrado libertino tuvo el cruel cinismo y la cobarde indignidad de contestar al billete del agraviado padre con una carta en la que se leían estas abominables palabras: Esposa adúltera sería la que ha sido hija liciuna, ¡Horror!

II

El marqués se sintió como herido por un rayo.

Después de un rato de estupor, una chispa de esperanza brotó en su espíritu.

Así es el corazón humano. La esporanza es lo último que nos abandona en medio de los más grandes infortunios.

Jactanciosa frase de mancebo pervertido! ¡Miente el infame!—exclamó el anciano.

Y llamando á su hija la dió la carta, síntesis de toda la vileza de que es capaz el alma de un malvado, y la dijo: —Lee y contéstame..... ¿Ila mentido ese hombre?

La descichada niña cayó de rodillas inurmurando con voz ahogada por los sollozos: —Perdóname....., padro mío....., perdóname..... ¡Lo amaba tanto!....

¡Pero te juro que estoy avergonzada de mi amor por un ser tan indigno!....

¡Perdón: Perdón!

El magnánimo viejo se enjugó una lágrima, levantó á su hija, la estrechó entre sus brazos y la dijo: —Pobre ángel mío!....

En el corazón de un padre es la indulgencia tan infinita como en Dios la misericordia