A propósito del río, consignaremos que en 1551 el conquistador Jerónimo de Aliaga, alcalde del Cabildo de Lima, representó y obtuvo que con gasto que no excedió de veinte mil duros se construyese un puente de madera; mas en 1608, viendo el virrey marqués de Montesclaros que las crecientes del Rimac amenazaban destruirlo, procedió á reemplazarlo con el de piedra que hoy existe, y cuya construcción se terminó en 1610 con gasto de cuatrocientos mil reales de á ocho.
En 1634 una creciente del Rimac destruyó la iglesia de Nuestra Soñora de las Cabezas, á cuya reedificación se puso término cinco años después.
En la noche del 11 de febrero de 1696 se desbordó el brazo de río que pasa por el monasterio de la Concepción, llegando el agua hasta la plaza Mayor. En las tiendas de los Portales, cuya construcción acababa de terminar el virrey conde de la Monclova con gasto de veinticinco mil pesos, subió el agua á media vara de altura; y como casi todas eran ocupadas por escribanos que tenían los protocolos en el suelo y no en estantes, por lo caro de la madera, pudriéronse documentos cuya reposición fué, si no imposible, muy difícil. Desde entonces se trasladaron los escribanos á otras calles, legando su nombre al Portal que habían ocupado.
Con las continuas avenidas sufrieron tanto los cimientos del famoso y monumental puente de piedra, que en tiempo del virrey Amat cundió la alarma de que el primer ojo amenazaba desplomarse. Desde 1766 hastaduraron los trabajos de reparación, terininados los cuales, y en reemplazo de la estatua ecuestre de Felipe V, que se derrumbó en el terremoto de 1746, colocaron sobre la arcada el reloj de los jesuítas, instituto que acababa de ser abolido. En 1852 el presidente general Echenique reemplazó este reloj con otro que había mandado traer de Europa y que desapareció en 1879 á consecuencia do un voraz incendio.
Larga nos ha salido la digresión. Reanudemos el relato.
Durante diez días sostuvieron los indios recios combates con los defensores de la ciudad, cuyo número alcanzaba escasamente á quinientos españoles.
Entonces fué cuando, según lo apunta Quintana refiriéndose al cronista Montesinos, la querida de Pizarro, Inés Huayllas Nusta, hermana de Atahualpa, instigada por una coya ó dama de su servicio, fué sorprendida dirigiéndose al real de los sitiadores, llevándose un cofre lleno de oro y esmeraldas.
Pizarro perdonó á su querida, á la que fué después madre de sus hijos Gonzalo y Francisca; pero mandó dar garrote á la coya, instigadora de la fuga.