Gran tentación fué aquella para los delicados nervios de las esposas de Jesucristo, Mancebos gentiles, héroes de batallas cuyas acciones más triviales adquirían sabor legendario al ser relatadas por el pueblo, tenían que engrandecerse y tomar tinte poético en la fantasía de esas palomas, cuyo apartamiento del siglo no era tanto que hasta ellas no llegase el ruido del mundo externo.
Hubo un momento en que una monja que ocupaba reclinatorio vecino al de la abadesa, entonó un himno con la voz más pura, fresca y melodiosa que oídos humanos han podido escuchar.
Todas las miradas se volvieron hacia la reja del coro.
El delicioso canto de la monja se elevaba al cielo; pero sus ojos, al través del tenue velo que la cubría el rostro y acaso su espíritu, vagaban entre la multitud que llenaba el templo. De pronto y de en medio del brillante grupo oficial, levantóse un hombre de arrogantisimo aspecto, en cuya casaca recamada de oro lucían los entorchados de general, asióse á la reja del coro, lanzó atrevida mirada al interior, y olvidando que se hallaba en la casa del Señor, exclamó con el entusiasmo con que en un teatro habría aplaudido á una prima—donna: Canta como un ángel!
Juanitat: Fizet F. Vienate El general D. Juan Antonio Pezet ¿La monja oyó ó adivinó la galantería? No sabré decirlo; pero levantó un extremo del velo, y los ojos de aquel hombre y los suyos se encontraron.
Cesó el canto. El Satanás tentador se apartó entonces de la reja, murmurando: Hermosa, hermosísima!,» y volvió á ocupar su asiento á la derecha de Sucre.
Para los más, aquello fué una irreverencia de libertino; y para los menos, un arranque de entusiasmo filarmónico.
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