En la tarde del 25 de marzo llegó á manos del gobernador de Yauli el siguiente oficio, que al pie de la letra copio del número 23 de El Redactorperiódico oficial que se publicaba aquel año en Lima.
A D. José Mariano Alvarado, gobernador de Yuuli.—Los enemigos han sido rechazados completamente. Que corra esta noticia en todas direcciones y que repiquen en Yauli.—Ucumarca, marzo 25, á las diez del día.
GUILLERMO
MILLER.
Mal empleo, desde los tiempos del rey hasta 1845, era el de campanero; pues la noticia más insignificante, así en Lima como en el resto del país, se anunciaba echando á vuelo esquilones. Vivíamos con el oído alerta y listos para salir á la calle, aun á media noche, á averiguar novedades. Los boletines de los periódicos han reemplazado á las atronadoras campanas, en lo que hemos ganado y no poco, El gobernador de Yauli, sin perder minuto, comunicó á Lima la noticia, contestando á Miller con igual laconismo, en estos términos: Señor general D. Guillermo Miller—He cumplido su orden, menos en lo del repique. Aunque usia me fusile, en Yauli no se repica.
Dios guarde á usta.—JOSÉ
MARIANO
ALVARADO.
Al imponerse de esto oficio se olvidó Miller de que, como buen inglés, estaba obligado á tener flema, y se puso tan furioso que en el acto despachó un oficial con cuatro lanceros para que condujesen preso al cuartel general de Huaipacha al insolente gobernador que se negaba echar á vuelo las campanas en celebración del triunfo obtenido por las fuerzas del gobierno legal.
—God dam/ Decididamente (pensaba Miller) ese Alvarado es gamarrista y hay que hacer con él un escarmiento. ¡Dios me condene!
Cuando al día siguiente trajeron al gobernador, mandó Miller que le remacharan una barra de grillos, y mientras preparaban éstos se distrajo su señoría llamando pícaro, traidor y mal peruano y qué sé yo qué más al pobre Alvarado. Este lo oía como quien oye llover, hasta que, cuando consideró que Miller había dado bastante escape al vapor, le dijo: —Perdone, mi general, la pregunta. ¡lla visto usia alguna vez hacer una tortilla?
Esta salida do tono desconcertó por completo al bravo inglés, que maquinalmente ropuso: —God dam! ¿Y á qué viene eso?
—Viene á cuento, mi general; porque así como para hacer una tortilla