Ir al contenido

Página:Tradiciones peruanas - Tomo III (1894).pdf/235

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
229
Ricardo Palma

Los virreyes que venían de Méjico ó de España, desembarcaban en Paita y hacían á caballo el viaje hasta Santa, de cuyo ingar despachaban á un oficial con pliegos para el virrey saliente y, en su defecto, para la Keal Audiencia. Esos pliegos contenían copia del título y facultades de que venía investido el viajero.

Inmediatamente la Audiencia pasaba al Cabildo dichos pliegos. Al otro día los alcaldes, regidores y alguacil mayor de la ciudad, con gran comitiva de vecinos principales, salían á la plaza, y entre músicas, repiques de campanas y estruendo de cohetes, se promulgaba la noticia por voz de pregonero.

Á veces se lidiaban toros esa tarde ó se jugaban alcancías; pero siempre se iluminaba la ciudad por tres noches.

Entretanto que el nuevo virrey venía lentamente avanzando camino, el Cabildo se ocupaba en disponer, frente á la iglesia de Monserrate, la construcción de un arco y de un teatro ó tabladillo con balaustrada, cortinaje de terciopelo con flecadura de oro, sitial y sillón bajo dosel con las armas de España.

El virrey se alojaba, durante los tres ó cuatro días necesarios para que el Cabildo concluyese preparativos, en alguna casa de campo que distase una ó dos millas de la ciudad y en el camino que conduce al Callao. En esa casa se había cuidado de alistar un salón con dosel de damasco ó terciopelo carmesí, dormitorio con catre dorado y pabellón de raso, y todas las comodidades apetecibles para el egregio huésped, su familia y comitiva. Mientras permanecía en la casa de campo, se ponían luminarias en el patio y corredores, se quemaban árbolos de fuego, y por la tarle danzaban y cantaban cuadrillas de indios y negros caprichosamente ataviades.

En esos tres ó cuatro días recibía el virrey la visita de los oidores y oficiales de la Audiencia, del Tribunal de la Inquisición con sus ministros y familiares, del arzobispo con su coro de canónigos y clerecía, do los cabiliantes y oficiales reales, prelados de las órdenes, títulos y caballeros de hábito. Estas visitas no eran de ceremonia estricta, sino, como quien dice, do tapadillo. El virrey salionte no estaba obligado á hacer personalmente la visita, y cumplia comisionando á su secretario para el saludo de bienvenida.

Designado el día para la entrada, á las doce montaba el rey en un lujoso coche, obsequio del Cabildo, acompañado de su esposa, si la traía, ó de su hija ó de otra persona de su familia. Tras su carroza seguían otras con sus secretarios, empleados de su casa y camareras, cuando su excelencia traia media naranja ó fruto femenino de bendición.

La compañía de gentileshombres lanzas, en briosos caballos, luciendo