REALES EXEQUIAS
que por el fallecimiento del Sr. D. Carlos III. Rey de España y de las Indias, mandó celebrar en la ciudad de Lima el Excelentisimo Sr. D. Teodoro de Croir, Caballero de Croix, del orden teutonico, Coronel del Regimiento de Reales guardian valonas, Teniente General de los Reales ejércitos, Virrey, Gobernadory Capitan General de las provincias del Perú y Chile.—Describelas D. Juan Risco, presbítero de la congregación de San Felipe Neri.—En la imprenta de los niños erpósitos.—Año de 1799.—'n rolumen de 169 páginas. folio.
El libro del padre Risco no contiene versos, y el autor da para no publicarlos una razón muy juiciosa.
Pasaron de mil—dice—las poesías que cubrían el túmulo, estatuas, pilares y muros de la iglesia. En ellas mostraron su gusto y delicadeza los ingenios de la Real Universidad, Colegios, Comunidades religiosas y particulares »Su multitud dañó á su mérito; porque la preferencia de algunas habría sido odiosa y la impresión de todas habría formado un inmenso volumen. » Mucha razón tuvo el padre Risco para no publicar los abortos de los poetas sus contemporáneos; pues el libro titulado Lamento métrico, en el que Terralla reunió todos los versos que escribiera con motivo de estas exequias, es á propósito para despertar la hilaridad en el ánimo menos dispuesto á la risa.
Terralla quiso que su obra pasara á la posteridad, y su publicación no es otra cosa que una protesta contra las corteses, significativas y sensatas palabras del padre Risco.
Gracias al virrey Amat y al padre Risco, en las descripciones de honras fúnebres por Carlos
IV
y la princesa de Asturias no campean ya rimas en que, con injuria de las musas y del buen sentido, se pinta un duelo de encargo ó de pacotilla. con versos más ó menos ampulosos y disparatados y á los que podía aplicarse la copla: Papeles y pergaminos enviaban á destajo.....
¡Cuesta tan poco trabajo el borronear desatinos!» En 1809, y por la imprenta de los niños expósitos, publicó el egregio poeta D. José Joaquín de Olmedo una oda á la muerte de la princesa de Asturias doña Antonia de Borbón.
¡Cuánta diferencia entre esa composición y la de los olegíacos vates del tiempo de Superunda!
Cómo no admirar el estro y la majestad de estos endecasílabos, en