Ir al contenido

Página:Tradiciones peruanas - Tomo III (1894).pdf/280

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
274
Tradiciones peruanas

cel. Francisco de Carbajal ha cumplido, pues, para con Francisco Hurtado las obligaciones de amigo y de camarada. Ahora es menester que cumpla con lo que debo al servicio del gobernador mi señor. ¿No encuentra vuesa merced fundadas mis razones?

Justas y muy justas, colombroño—contestó Hurtado, imaginándose que el maestre de campo se proponía con este preámbulo inclinarlo á cambiar de bandera, ó por lo menos á que fuese neutral en la civil contienda.

—Huelgome continuó Carbajal—de oirlo de su boca, que así desecho escrúpulos. Vuesa merced se confiese como cristiano que es, y capellán tiene al lado; que yo, en su servicio, no puedo hacer ya más que mandarle dar garrote.

Y Carbajal abandonó la sala, murmurando: —Cumpli hasta el fin con el amigo, que buey viejo hace surco dere cho. Comida acabada, amistad terminada.

EL SUEÑO

DE UN SANTO VARÓN

Llegados eran para el Muy Magnífico D. Gonzalo Pizarro los días en que su prestigio y popularidad principiaran á convertirse en humo. Sus partidarios más entusiastas, los hombres más comprometidos en la rebeldía, eran los primeros en la deserción. Hasta Menocal el ballestero, un valiente de embeleco que ocho días antes dijera en pleno festín «Descreo en Dios si Dios no está con Gonzalo, había puesto pies en polvorosa y presentadose á La Gasca.

Para impedir que la desmoralización cundiera como aceite en pañizuelo, creyó Francisco de Carbajal oportuno dietar medidas terroríficas. Pens de la vida al soldado que sin su permiso enfronase el caballo; pena de la vida al que vagase por los arrabales de la ciudad; pena de la vida al que murmurase de sus jefes; y, en una palabra, los pizarristas no ganaban para sustos, pues menudeaban las ordenanzas que les ponían la gorja en peligro de intimar relaciones con la cuerda de cáñamo.

Una mañana despertaron á Carbajal para avisarle que cuatro soldados habían sido detenidos fuera de los arrabales de Lima, lo que hacia sospechar en ellos propósito de pasarse al campo enemigo. Vistiuse de prisa el maestre de campo, y acompañado del verdugo y una manga de piqueros, dirigióso al sitio donde estaban los presos.