La gente de la hebra no podía pasársela sin él. No se concebía jarana sin ño Bracamonte.
Donde el no estaba, la mejor parranda tenía el aspecto de un velorio.
Su nombre se recuerda todavía en unas coplas que canta el pueblo, y de las que sólo conservo en la memoria estas dos estrofillas: «No Bracamonte tiene un bastón de caña hueca con su listón.
No Bracamonte tiene una chinay la mantiene con gelatina.» En 1806 fueron unos mozos truenos á buscar á no Bracamonte para llevarlo á una jaraneta por las Cinco Esquinas y lo hallaron en la cama, rígido como un tronco. En media hora corrió la noticia de un extremo á otro de la ciudad, y es fama que, en señal de duelo, no se oyó aquella noche sonar una sola cuerda de guitarra.
Al otro día se celebraban sus funerales en la capillita del Cercado, con asistencia de mucha gente de la cuerda. Dos rascadores de violín amigos del difunto y un flautista sin orejas formaban la orquesta.
De repente sentóse el muerto, y gritó: —Déjense de contradanza! ;Baile alegre! ¡Baile alegre!
Esta resurrección puso en las nubes la fama de ño Bracamonte y dió que hablar por quince días. El pueblo lo calificó de inmortal, á juzgar por esta coplilla: «No Bracamonte no irá al choclón: con él no puede ni un torozón.» Cuatro ó cinco años después ocurrióscle volverse á morir. Esta vez parecía que la cosa iba de vcras; pero al sacar el cuerpo de la iglesia de Santa Ana para conducirlo al cementerio, abrió tamaños ojos, y gritó: —A mí no me gustan bufonadas, ¡canejo!
Los cargadores dejaron caer el cajón y so armó en la iglesia un barullo soberano.