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Página:Tradiciones peruanas - Tomo III (1894).pdf/356

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Tradiciones peruanas

te usted la rechifla y sonríase al oir en una boca como un azucarillo estas palabras: «Sea constante y corrieute y quede ejecutoriado, sin correrse más traslado, que es usted un..... inocente.» Mal de muchos consuelo de bobos,» dice el refrán, y yo digo que los pequeños no debemos rasgar sangre al ser víctimas de chanzas pesadas, cuando los prohombres han tenido que soportarlas, bien que refunfuñando y mordiéndose los labios. Y si no, oigan ustedes lo que cuenta Balsa y que yo referiré como Dios me ayude.

Días llevaba ya de permanencia en Chuquisaca D. Simón Bolívar, cuando en la mañana del 28 de diciembre de 1825 y en momentos de sentarse á la mesa llegó hasta él un indiecito conduciendo una sopera de plata, y le dijo: —Mis señoritas Calvimontes le envían á su merced este chupe de leche para el almuerzo.

Las señoritas Calvimontes pertenecían á una de las más ricas y aristocráticas familias del país.

Bolívar que, como es notorio, se pirraba por las hijas de Eva, feas ó bonitas, pues sobre este punto era de anchas tragaderas, sonrióse ligeramente y contestó: —Di á tus patronas que estimo su cariño.

Y volviéndose hacia su ayudante, añadió: —Coronel, déle á este muchacho un par de pesos.

El indiecito se retiró con cara de pascuas, mientras el Libertador y sus comensales daban principio al almuerzo.

Llegó el momento de embestir al chupe de leche, y destapada la sopera vióse que el contenido de ella era de imposible masticación. La sopera encerraba una guirnalda de filigrana de plata, adornada con flores do oro.

D. Simón dijo entonces: —Estas Calvimontes son tan lindas como traviesas. Iré luego á visitarlas. Me llenan el ojo más que la guirnalda.

Pero en el fondo de la sopera había una tarjeta, y Bolivar empezó á leorla para sí. A medida que adelantaba en la lectura, la fisonomía del Libertador se alteraba, y al terminar estrujó entre sus manos la vitela, lanzando su favorita exclamación: —La pim..... pinela!

Bolívar se levantó de la mesa con marcado mal humor, y se dispuso, no para hacer una visita á las hechiceras Calvimontes, sino para abandonar la ciudad.