LA VENGANZA DE UN CURA
I
Entre los baños termales de Lircay y el gigantesto cerro de Carhua—rasu (nevado amarillento), en la provincia de Lucanas, hay un pueblo habitado sólo por indígenas, que en la carta geográfica del departamento de Ayacucho se conoce con el nombre de Chipán, voz que probablemente es una corrupción del chipa (cesto), quichua.
Vicario del partido y juez eclesiástico era por los años de de 1843, D. Agustín Guillermo Tincope de Quisurucu, que á la sazón contaba nada menos que ciento veinte navidades. Este fenómeno de longevidad, á quien vestido de cordellate, sus feligreses sacaban á tomar el sol, conservaba gran energía de espíritu y en perfecto estado sus facultades mentales.
Insigne latinista, pasaba de vez en cuando, en la lengua de Cicerón, tremendas catilinarias á los curas de su jurisdicción, excitándolos al cumplimiento de sus deberes evangélicos. Á esa edad no usaba anteojos y tenía completo el aparato de masticación. Decía que era deudor de tan larga vida á la costumbre de conservar siempre abrigadas las extremidades y no beber sino chicha de maíz.