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Página:Tradiciones peruanas - Tomo III (1894).pdf/399

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Ricardo Palma

que aún no se había levantado de la cama. Este, después de leerlo, hizo llamar al capitán del cuartel y le dijo lacónicamente: —Ponga usted en capilla al oficial arrestado y fusflelo, á las once de la mañana, en la puerta del cuartel.

Era el caso que ya nadie se acordaba de que Ontaneda estaba en el batallón en condición de preso, pues no sólo prestaba servicio militar, sino que tenía puerta franca. Entretanto en el cuarto de banderas llevaba ya algunas horas de arresto el teniente Romero, por el venialísimo pecado de ser incorre gible jugador.

El capitán de guardia sc le acercó y le dijo, después de despertarlo: —Lo siento, hermano, pero el que manda manda —Y á qué viene ese preámbulo? —preguntó el teniente dando un bostezo de á cuarta.

—Viene á que tengo orden de ponerte en capilla.

—Jesucristo exclamó Romero desplomándose sobre la almohada Phil El general D. Francisco J. Vidal No era el lance para menos. Estar en lo mejor del sueño y ser despertado para recibir á quemarropa tan terrible escopetazo..... so lo doy al más guapo.

Vuelto, en fin, de la sorpresa y trasladado á la improvisada capilla, donde ya lo esperaba el capellán del cuerpo, preguntó Romero: —Pero, padre, ¿por qué van á fusilarme?

—No lo sé, hijo. Supongo que será por jugador.

—Pues, padre, seré el primero á quien por eso fusilan en mi tierra. Y sobre todo, si el gobierno quiere hacer un ejemplar, ¿por qué me ha escogido á mí, que soy un jugadorcillo de escaleras abajo, y no ha empezado por algún pájaro gordo? Si de esta escapo, eréame sa reverencia, no vuelvo en los días de mi vida á jugar ni cascaritas.

El fraile empezaba ya á exhortarlo para que arreglase cuentas con la conciencia, cuando sonaron las nueve de la mañana. El coronel acababa «le levantarse é iba á montar á caballo para una excursión á dos leguas