Papa Paulo
III,
expedido el 10 de junio de 1537, que los indios americanos no eran bestias de carga, sino seres racionales y capaces de sacramentos.
De esta odiosidad de razas vino sin duda el decir: «Mestizo educado, diablo encarnado. » Basta leer, entre otros cronistas que citar pudiera, la obra del jesuíta Acosta y el interesante libro de D. Ventura Trabada sobre Arequipa, para convencerse de que fué más de medio siglo después de la conquista cuando los arequipeños bautizaron su volcán con el nombre de Misti (el Mestizo), significando así que esperaban de él alguna mala partida. «No la vean mis choznos,» dicen las viejas.
Y basta, que para digresión ya es mucho, Sigamos con el obispo.
Pocas jornadas faltábanle para llegar á Arequipa, cuando recibió su ilustrísima carta de uno de sus amigos ó cómplices, en que se le daba aviso de haber llegado á Lima una real orden encargando al virrey que remitiese á España, bajo partida de registro, al hombre que llevaba ya más de un año de andar en el Perú embaucando bobos y haciendo buen agosto; pues ni era tal obispo de Caracas, ni fraile, ni monigote.
Nuestro aventurero, que durante la travesía había logrado reducir á monedas la mitad de los regalos que sacara de Potosí, comisionó en el acto á sus criados para que llevasen epístolas á los curatos vecinos; y desembarazado así de testigos importunos, él y sus dos familiares se hicieron humo, poniendo (dice el ilustre Villarroel) tan en salvo su persona y su dinero, que hasta hoy (1656) no se ha vuelto á saber de él.
LOS JUDÍOS DEL PRENDIMIENTO
En cierta casa de la calle de Gremios y clavado en la puerta principal para que lo leyesen los transeuntes, aparecía una mañana del año 1696 un pergamino, con letras como el puño, conteniendo esta redondilla: «Que en lo que digo no miento pongo por testigo á Dios: esta casa es la de los judíos del preudimiento. » Aquello era un pasquín en regla.
No se necesitaba más para poner en movimiento á la gente novelera