A media noche salió el Libertador de su cuarto, con un abultado libro forrado en pergamino, y gritando como un loco: —Estenós! ¡Estenós! Ya saltó la liebre.
—¿Qué liebre, mi general?—preguntó alelado el buen D. Felipe Santiago.
Lea usted lo que dice aquí este fraile, al que declaro desde hoy más sabio que Salomón y los siete de la Grecia. Boliviano había de ser!—añadió con cierta burlona fatuidad.
Estenós tomó el libro. Era la Crónica Agustina, escrita en la primera mitad del siglo
XVII
por fray Antonio de la Calancha, natural de Chiuquisaca.
El secretario leyó en el infolio: No es el más infeliz el que no tiene amigos, sino el que no tiene enemigos; porque eso prueba que no tiene honra que le murmuren, valor que le teman, riquesa que le codicien, bienes que le esperen, ni nada bueno que le envidien.
Y de una plumada quedó nuestro hombre destituído de su empleo; pues D. Simón formuló el siguiente raciocinio: «ó ese individuo es un intrigante contemporizador, que está bien con el diablo y con la corte celestial, ó un memo á quien todos manejan á su antojo. En cualquiera de los dos casos no sirve para el servicio, como dice Ja ordenanza. » En cuanto á los demás empleados, desde el prefecto al portero, no hizo el Libertador alteración alguna.
Tuvo razón Bolívar?
Tengo para mí que el agustino Calancha..... no era fraile de manga ancha.
FIS DEL TOMO
SEGUNDO