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Tradiciones peruanas

Pues poca plata es, porque más vale Teresa—repuso el comandante, y dió sesgo distinto á la conversación.

Tres horas después Robertson era dueño del tesoro embarcado en el Peruvian.

II Al salir de la casa del capitán de puerto, Robertson se había dirigido á una posada de marineros y escogido entre ellos doce hombres resueltos y que le eran personalmente conocidos por haberlos manejado á bordo del Galvarino y del Congreso.

Realizado el abordaje, pensó el pirata que no le convenía hacer partícipes á tantos cómplices de los millones robados, y resolvió no detenerse en la senda del crimen á fin de eliminarlos. Asoció á su plan á dos irlaudeses, Jorge y Guillermo, é hizo rumbo á Occanía.

En la primera isla que encontraron desembarcó con algunos marineros, se encenagó con ellos en los desórdenes de un lupanar, y ya avanzada la noche regresó con todos á bordo. El vino había producido su efecto en esos desventurados. El capitán los dejó durmiendo en la chalupa, levó ancla, y cuando el bergantín se hallaba á treinta millas de la costa, cortó la amarra, abandonando seis hombres en pleno y embravecido Océano.

Además de los dos irlandeses, sólo había perdonado, por el momento, á cuatro de los tripulantes que le eran precisos para la maniobra.

Entonces desembarcó y enterró el tesoro en la desierta isla de Agrigán, y con sólo treinta mil pesos en oro se dirigió en el Peruvian á las islas Sandwich.

En esta travesía, una noche dió á beber un narcótico á los marineros, los encerró en la bodega y barrenó el buque. Al día siguiente, en un bote arribaron á la isla de Wahou Robertson, Guillermo y Jorge, contando que el buque había zozobrado.

La Providencia lo había dispuesto de otro modo. El Peruvian tardó mucho tiempo en sumergirse, y encontrado por un buque ballenero, fué salvado uno de los cuatro tripula pues sus compañeros habían sucumbido á la hambre y la sed.

De Wahou pasaron los tres piratas á Río Janeiro. En esta ciudad desapareció para siempre el irlandés Jorge, víctima de sus compañeros.