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Tradiciones peruanas

en mucho, lo nombró virrey del Perú. Los cortesanos criticaron el nombramiento, porque D. Francisco sólo se había ocupado hasta entonces de escribir versos, de galanteos y desafíos. Pero Felipe III, á cuyo regio oído, y contra la costumbre, llegaron las murmuraciones, dijo: «En verdad que es el más joven de los virreyes que hasta hoy han ido á Indias; pero en Esquilache hay cabeza, y más que cabeza brazo fuerte.» El monarca no se equivocó. El Perú estaba amagado por flotas filibusteras; y por muy buen gobernante que hiciese D. Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, faltábanlo los bríos de la juventud. Jorge Spitberg, con una escuadra holandesa, después de talar las costas de Chile, se dirigió al Callao. La escuadra española le salió al encuentro el 22 de Julio de 1615, y después de cinco horas de reñido y feroz combate frente á Cerro Azul ó Cañete, se incendió la capitana, se fueron á pique varias naves, y los piratas vencedores pasaron á cuchillo los prisioneros.

El virrey marqués de Montesclaros se constituyó en el Callao para dirigir la resistencia, más por llenar el deber que porque tuviese la esperanza de impedir, con los pocos y malos elementos de que disponía, el desembarque de los piratas y el consiguiente saqueo de Lima. En la ciudad de los reyes dominaba un verdadero pánico; y las iglesias no sólo se hallaban invadidas por débiles mujeres, sino por hombres que, lejos de pensar en defender como bravos sus hogares, invocaban la protección divina contra los herejes holandeses. El anciano y corajudo virrey disponía escasamento de mil hombres en el Callao, y nótese que según el censo de 1614 el número de habitantes de Lima ascendía á 25.454.

Pero Spitberg se conformó con disparar algunos cañonazos, que le fueron débilmente contestados, é hizo rumbo para Paita. Peralta en su Lima fundala y el conde de la Granja en su poema de Santa Rosa traen detalles sobre esos luctuosos días. El sentimiento cristiano atribuye la retirada de los piratas á milagro que realizó la Virgen limeña, que murió dos años después, el 24 de agosto de 1617.

Según unos el 18, y según otros el 23 de diciembre de 1615, entró en Lima el príncipe de Esquilache, habiendo salvado providencialmente, en la travesía de Panamá al Callao, de caer en manos de los piratas.

El recibimiento de este virrey fué suntuoso, y el cabildo no se paró en gastos para darle esplendidez.

Su primera atención fué crear una escuadra y fortificar el puerto, lo que mantuvo á raya la audacia de los filibusteros hasta el gobierno de su sucesor, en que el holandés Jacobo L'Ieremite realizó la formidablo empresa pirática de que nos hemos ocupado en nuestra primera serie de TRADICIONES.

Descendiente del papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia) y de San Fran-