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Tradiciones peruanas

empresa á sus camaradas que lo esperaban anhelantes. Venida la mañana, lo encontraron privado del sentido bajo el nicho de la Virgen, y vuelto en sí, juró y perjuró que el fantasma era alma en pena en toda regla.

Con esta aventura del matón, que se comía cruda la gente, imaginese el lector si el espanto tomaría creces en el supersticioso pueblo. El encapuchado fué, pues, la comidilla obligada de todas las conversaciones, la causa de los arrechuchos de todas las viejas gruñonas y el coco de todos los muchachos mal criados.

Muchas son las leyendas fantásticas que se refieren sobre Lima, incluyendo entre ellas la tan popular del coche de Zavala, vehículo que personas de edad provecta y duros espolones nos afirman haber visto á media noche paseando la ciudad y rodeado de llamas infernales y de demonios.

Para dar vida á tales consejas necesitaríamos poseer la robusta y galans fantasía de Hoffnan ó de Edgard Poe. Nuestra pluma es humilde y se consagra sólo á hechos reales é históricamente comprobados como el actual, que ocurrió siendo décimosexto virrey del Perú por S. M. D. Felipe IV el Excmo. Sr. conde de Salvatierra.

II

D. García Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra, marqués del Sobroso caudillo mayor del reino y obispado de Jaén, fué, como virrey de Méjico, el más poderoso auxiliar que tuvieron los jesuítas en su lucha con el esclarecido l'alafox, obispo de Puebla. El rey, procediendo sagazmente, creyó oportuno separar á D. García de ese gobierno, nombrándolo para Lima, donde hizo su entrada solemne y en medio de grandes festejos el día 20 de septiembre de 1648.

En su época aconteció en Quito un robo de Hostias consagradas y cl milagro de la aparición de un Niño Jesús en la custodia de la iglesia de Eten. Los jesuítas influyeron tambien en el Perú, como lo habían hecho en Méjico, sobre el ánimo del anciano y achacuso virrey, que les acordó muchas gracias y protegió eficazıncute on sus misiones de Maynas y del Paraguay.

Bajo este gobierno fué el famoso terremoto que arruinó el Cuzco. Hablando de esta catástrofe, dice Lorente «que un cura de la montaña, que regresaba á su parroquia, se halló suspendido sobre un abismo y sin acceso posible al terreno firme, y que siendo inútiles los esfuerzos para salvarle, murió de hambre á los cinco días de tan horrible agonía. » En 1650 hizo el conde de Salvatierra construir la elegante pila de bronce que existe en la plaza mayor de Lima, sustituyéndola a la que en 1573