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Tradiciones peruanas

nerviosa se apoderó de ella, poniendo en peligro su vida y haciendo precisa la frecuente presencia del médico.

Una noche, después de las doce, dos hombres escalaban cautelosamente una tapia del convento, conduciendo un pesado bulto, y poco después ayudaban á descender á una mujer.

El bulto era un cadáver robado del hospital de Santa Ana.

Media hora más tarde, las campanas del monasterio so echaban á vuelo anunciando incendio en el claustro. La celda de sor Laura era presa de las llamas.

Dominado el incendio, se encontró sobre el lecho un cadáver completamente carbonizado.

Al siguiente día y después del ceremonial religioso se sepultaba en el panteón del monasterio á la que fué en el siglo Laura Venegas. 1?..... y?

¡Aleluya! ¡Aleluya!

Sacristán de mi vida, toda soy tuya.

Pocos meses después Enrique, acompañado de una bellísima joven, á la que llamaba su esposa, fijó su residencia en una ciudad de Chile.

¡Ahogaron sus remordimientos? ¿Fueron felices? Puntos son estos que no incumbe al cronista averiguar.