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Tradiciones peruanas

El toro dejó sobre la arena moribundo Pizí para arrojarse sobre el intruso fraile, quien con mucho desparpajo se quitó la capa blanca y se pusó á sacarle suertes á la navarra, á la verónica y á la criolla, hasta cansar al bicho, dando así tiempo para que los chulos retirasen al malaventurado torero.

Ante la gallardía con que fray Pablo burlaba á la fiera, el pueblo no pudo tejar de sentirse arrebatado de entusiasmo, y palmotoando lo lucido de las suertes, repetían todos:

—¡Buena laya de fraile!

Viven aún personas que asistieron á la corrida y que dicen no ha pisado el redondel capcador más eximio que fray Pablo Negrón.

Muerto el Relámpago á traición, por los desgarretadores y el puntillero Beque, pues ni Esteban Corujo, que era el primer espada, tuvo coraje para estoquearlo, llevaron á nuestro fraile preso al convento de la Merced.

Dicen que allí el comendador fray Mariano Durán reunió en la sala capitular á todos los padres graves, y que éstos, cirio en mano, trajeron á su escandaloso compañero, al que el Superior aplicó unos cuantos disciplinazos. Item, se le declaró suspenso de misa y demás funciones sacerdotales y se le prohibió salir del convento sin licencia de su prelado.

Fray Pablo se fastidiaba soberanamente del encierro en los claustros y su salud empezó á decaer. Alarmados los conventuales, consultaron médicos, y éstos resolvieron que sin pérdida de minuto saliese de Lima el enfermo.

Enviáronlo los buenos padres á tomar aires en la Magdalena, pucblecito distante dos millas de la ciudad, amonestándolo mucho para que no volviese á sacar suertes á los toros.

Sermón perdido. Fray Pablo recobró la salud, como por ensalmo, tan luego como pudo ir de visita á Orbea, Matalechuzas y demás haciendas del vallo y echar la capa al primer bicho con astes. Al fin encontróse con la horma de su zapato en un furioso berrendo que le dió tal testarada contra una tapia, que lo dejó para siempre desconcertado un brazo y, por consiguiente, inutilizado para el capeo.

Verdad es que, como á los músicos viejos, le quedó el compás y la afición, y su dictamen era consultado en toda cuestión intrincada de tauromaquia. El hombre era voto en la materia, y á haber vivido en tiempo de la república práctica, creada por el presidente D. Manuel Pardo—y cuyos democráticos frutos saborearán nuestros choznos,—habría figurado dignamente en una de las juntas consultivas que se inventaron; verbigracia, on la de instrucción pública ó en la de demarcación territorial.