Página:Tradiciones peruanas - Tomo I (1893).pdf/67

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
61
Ricardo Palma

G1 tenían una hermana, fea como una maldición, siempre desgreñada y sucia, tartamuda y tonta para colmo de desdicha. Esta firmó una carta ó merorial de cuatro pliegos, abundante en quejas y recriminaciones, á que contestó el mayorazgo con este billete que, al pie de la letra, copio de su original:

Señora mia y hermana: El más ruin cochino rompió el chiquero.Besa & V. las manos, si por casualidad se las ha lavado. —El conde de San Jarier y Casa—Laredo.

Volvamos a la cuestión de los coches.

Iban los caballeros, enyos nombres he apuntado, y otros tantos que no estoy con humor para mencionar, de uno á otro lado, proponiendo partidos para allanar el contlicto; pero el asunto no admitía más soldadura que la de tomar uno de los contrincantes por la izquierda, y precisamente en eso estaba el quid.

—Yo no me thuevo — decía el de Santiago, repantigándose en el asiento de terciopelo verde con rapacejos de oro, sacando la caja de rapé con orla de brillantes y sorbiendo con deleite una narigala del macabá legítimo.

—Aquí me planto—decía á su vez el de Sierrabella, encendiendo un riquisimo puro en el mechero de Guamanga con esmeraldas y rubícs.

Una hora llevaban ya de gresca y ambos revelaban firme propósito de mandar á su casa por la comida y aun de vivir en plena calle hasta la semana de los tres miércoles. Y habrían ido adelante con su tema si el vizcondesito de San Donás, que era mozo de salidas y expedientes oportunos, no les dijera; —Pero, señores, esto es una majadería, á la que conviene poner término. Quédense los coches como están, y vamos donde el virrey para que él decida el caso.

Hubo de parccer á todos sesuda la idea; apeáronse los rivales, y el de Sierrabella, con la mitad del grupo, tomó por la calle de Lártiga para palacio, á la vez que el de Santiago, con sus amigos, se dirigía al mismo punto por la calle de Lescano.

En palacio se aumentó el cortejo con cuanto noble de apellido encerraba Lima. Sólo dejaran de presentarse los paralíticos ó los que estaban con la extremaunción. Se trataba de materia en que á toda pantorrilla hidalga, le iba por lo menos el color de la liga.

Acudieron los Aliaga, con su escudo de plata y una ta de aliaga florida en medio de dus osos; los La—Puente con su castillo de tres torres en campo de oro, puente de tres arcos defendida por dos leones de gules y la leyenda Por pasar la puente me pondré á la muerte; los Prieto