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Tradiciones peruanas

• 88 ridades habían andado empeñosas y mandaron oficialmente que el pueblo se alegrase. Bolívar estaba entonces en todo su apogeo, aunque sus planes de vitalicia empezaban ya á eliminarle el afecto de los buenos peruanos.

Sólo en Lampa no se hizo manifestación alguna de regocijo. Fué eso para los lampeños día de trabajo, como otro cualquiera del año, y los muchachos asistieron, como de costumbre, á la escuela.

Era ya más de mediodía cuando D. Faustino mandó cerrar la puerta de la calle, dirigióse con los alumnos al corral de la casa, los hizo poner en línea, y llamando á dos robustos indios que para su servicio tenía, les mandó que cargasen á los niños. Desde el primero hasta el último, todos sufrieron una docena de latigazos, á calzón quitado, aplicados por mano de maestro.

La gritería fué como para ensordecer y hubo llanto general para una hora.

Cuando llegó el instante de cerrar la escuela y de enviar los chicos á casa de sus padres, les dijo D. Faustino:

—¡Cuenta, pícaros godos, con que vayan á contar lo que ha pasado! Al primero que descubra yo que ha ido con el chisme lo tundo vivo.

(Si se habrá vuelto loco su merced?,» se preguntaban los muchachos; pero no contaron á sus familias lo sucedido, si bien el escozor de los ramalazos los traía aliquebrados.

¿Qué mala mosca había picado al magister, que de suyo era manso de genio, para repartir tan furiosa azotaina? Ya lo sabremos.

Al siguiente día presentáronse los chicos en la escuela, no sin recelar que se repitiese la función. Por fin D. Faustino hizo señal de que iba ú hablar.

—Hijos míos—les dijo,—estoy seguro de que todavía se acuerdan del rigor con que los traté ayer, contra mi costumbre. Tranquilícense, que estas cosas sólo las hago yo una vez al año. ¿Y saben ustedes por qué?

Con franqueza, hijos, digan si lo sabon.

—No, señor maestro—contestaron en coro los muchachos.

—Pues han de saber ustedes que ayer fué el santo del libertador de la patria, y no teniendo yo otra manera de festejarlo y de que lo festejasen ustedes, ya que los lampeños han sido tan desagradecidos con el que los hizo gentes, he recurrido al chicote. Así, mientras ustedes vivan, tendrán grabado en la memoria el recuerdo del día de San Simón, Ahora á estudiar su lección y viva la patria!

Y la verdad es que los pocos que aún existen de aquel centenar de