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Página:Tragedias de Sófocles - Leconte de Lisle (Tomo I).djvu/38

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Sófocles

¿No sabías cuánta falta hacía permanecer en silencio y no ahuyentar el sueño de sus párpados?

¿Cómo soportar con paciencia la vista de este mal?

¡Oh promontorio de los sagrados altares ceneos, qué recompensa por tantas víctimas ofrecidas! ¡Oh Zeus, qué suplicio me has impuesto! ¡Que no pueda yo, mísero, no haber visto jamás con mis ojos, no haber contemplado jamás esta flor irremediable de un furioso mal! ¿Qué encantador, qué médico de sabias manos, si no es Zeus, curará mi mal? Esosería un prodigio, si, por azar, yo lo entreviese de lejos. ¡Ah! ¡ah! ¡Dejad! ¡Dejadme reposar! ¡Qué desgraciado soy! Dejadme gustar el último sueño. ¿Dónde me has tocado? ¿Adónde me inclinas? ¡Me matarás, me matarás! Has despertado mi mal adormecido. ¡Se me agarra! ¡Ah! ¡ah! Vedle que vuelve. ¿De dónde venís vosotros, ¡oh los más inicuos de todos los helenos! por quienes yo iba, desafiándolo todo, á purgar el mar y los bosques? Y ahora, ninguno de vosotros me traerá, á mí que sufro de esta suerte, el fuego ó la espada que cura. ¡Ah! ¡ah! ¿Quién vendrá á cortarme la cabeza y quitarme una vida odiosa? ¡Ay!

¡Oh hijo de este hombre! Este trabajo es demasiado pesado y excede á mis fuerzas. Ayúdame. Tú verás mucho mejor que nosotros cómo puede ser salvado.

Yo lo toco y no puedo, ni por mí, ni por los que aquí están, proporcionarle el olvido de sus dolores. Sólo Zeus puede.

¡Oh hijo, hijo! ¿dónde estás? ¡Por aquí, coge por aquí, levántame! ¡Ah! ¡ah! ¡Oh Genio! ¡Vuelve de nuevo, vuelve, el mal miserable, inexorable, horrible, que me mata! ¡Oh Palas, Palas! ¡Me roe de nuevo! ¡Oh hijo, ten piedad de tu pa-