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Página:Tragedias de Sófocles - Leconte de Lisle (Tomo II).djvu/31

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Filoctetes

¿No es amargo, joh joven! que el hijo de Laertes espere llevarme consigo, después de persuadirme con dulces palabras, y mostrarme en medio de los aqueos? No, ciertamente. ¡De mejor gana escucharía á la execrable víbora que me dejó cojo! Pero no hay nada que él no diga ó no ose.

Ahora, bien lo sé, vendrá. ¡Oh hijo, partamos! ¡Que un ancho mar nos separe de la nave de Odiseo! ¡Vamos! Quien se apresura á tiempo, puede gozar del sueño y del reposo, habiendo acabado su trabajo.

Cuando cese el viento que sopla de proa, desamarraremos la nave. Ahora es contrario.

El viento es siempre favorable cuando se huye de la desgracia.

Ya lo sé, pero su soplo les es también contrario.

Ningún viento es contrario para los ladrones, si quieren robar y hacer violencia.

Ven, pues, si te place. Vamos, y toma en tu morada aquello de que te sirvas que más desees.

En efecto, hay allí cosas de que tengo necesidad, pero no tengo que escoger entre muchas riquezas.

¿Qué hay aquí que no esté en mi nave?