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Filoctetes

Te lo agradezco, ¡oh hijo! Levántame, como has pensado.

Deja á éstos, para que no se vean afectados del horrible hedor antes de que sea necesario. Bastante cruel será para ellos habitar la misma nave que yo.

¡Sea! Levántate y apóyate.

Sosiégate. Yo me levantaré como acostumbro.

¡Ay! ¿Qué haré yo ahora?

¿Qué es eso, oh hijo? ¿Por qué esas palabras?

No sé qué giro dar á las difíciles cosas que tengo que decir.

¿Acerca de qué vacilas? No lo dices, ¡oh hijo!

No acierto á expresar lo que tengo que decir.

¿La molestia que te ha de causar mi mal te turba hasta el punto de que no quieras llevarme á tu nave?

Todas las cosas son difíciles cuando se renuncia al natural propio y se emprende lo que es indigno de uno.