164 TRATADOS.
Unidas al sin número de dificultades que encontraron para conciliar las respectivas pretensiones de los dos paises, se les unió el espinoso arreglo de los intereses de Federico Enrique de Nassau, príncipe de Orange. No solo quería este conservar los bienes conque durante la guerra de la independencia habían premiado los Estados generales sus servicios y los de su casa, sino que alegaba que Felipe IV debia restituir al principado de Orange las propiedades que tenia y le habían sido confiscadas, durante la rebelion, en los países fieles al dominio español. Despues de una larga y penosa negociacion y cuando el rey de España se había convenido con los Estados generales en el tratado preliminar del reconocimiento de su independencia, el conde de Peñaranda y Juan Knuyt, embajadores de España y de las Provincias Unidas en aquel congreso, firmaron en Munster el 8 de enero de 1647 á nombre de Felipe IV y de Federico Enrique un tratado transijiendo sus diferencias. En cambio de la cesión que hizo el príncipe de Orange de todas sus acciones y pretensiones contra la corona de España, se obligó Felipe á darle como feudo de dicha corona las tierras y señoríos de Monfort y de Turnhout, situado aquel en las inmediaciones de Ruremonda y este en el Bravante, cuyas rentas anuales se calcularon en treinta y siete mil florines. Tambien se dió como feudo á la Princesa de Orange la ciudad y señorío de Sevemberga; y en compensacion de los Estados hereditarios que la casa de Nassau poseia en los dominios españoles y que Federico Enrique dejaba á disposicion del rey de España, prometió este darle el marquesado de Bergues-op-Zoom. Al fallecimiento de Federico, acaecido al poco tiempo de esta transacción, se renovó con muy cortas alteraciones con su hermano y sucesor Guillermo por un acuerdo firmado también en Munster el 27 de diciembre de aquel año. Los artículos 44 y 45 del tratado definitivo de paz celebrado entre España y las Provincias Unidas el 30 de enero de 1648 no solo confirmaron las dos transacciones del año antecedente, sino que declararon lejítimas y permanentes las donaciones territoriales hechas por los Estados generales á la casa de Orange y señaladamente la de la bailia de Hulster-Ambacht. Pero sin embargo, habían mediado circunstancias tales, que al rey de España le fue imposible poner en posesión al príncipe de Orange del marquesado de Bergues-op-Zoom. Fue necesario pues recurrir á un nuevo arreglo que se celebró en la Haya el 12 de octubre de 1651 entre Felipe IV y los tutores del jóven Guillermo Enrique, hijo único y heredero de Guillermo, príncipe de Orange. Felipe se obligó á devolver á este los estados territoriales de su casa situados en dominios españoles, y para compensar el menos valor de estos, comparados al rico marquesado de Bergues-op-Zoom y cancelar otras obligaciones en favor de la casa de Orange, prometió concurrir á Guillermo por una vez con quinientos mil florines y con una renta perpetua y hereditaria de ochenta mil florines anuales. Finalmente, como el pago de dichas cantidades sufriese entorpecimientos, se celebró en la Haya el nuevo convenio que se refiere en este artículo, señalando para satisfacer las reutas que menciona, los derechos de entrada y salida del Mosa, del Escalda y otros productos de los Paises Bajos españoles. Esta nueva obligación hipotecaria tampoco se cumplió en un todo por las tristes circunstancias politicas de España y los apuros de su erario. Los negociadores holandeses en Utrech se esforzaron de todos modos para que se reconociese aquella obligacion y se satisfaciesen los atrasos. Quizá fue este uno de los puntos que mas contribuyeron á retardar durante un año el tratado de paz; pero sus tentativas fueron inútiles y solo consiguieron de los plenipotenciarios españoles la inserción del presente artículo meramente recordatorio.
En el nombre de la Santísima Trinidad. Sea notorio á todos los presentes y venideros, que hallándose la mayor parte de la cristiandad aflijida por una larga y sangrienta guerra, ha sido Dios servido de mover los corazones del muy alto y muy poderoso príncipe don Felipe V, por la gracia de Dios , rey catolico de España, y del muy alto y muy poderoso príncipe