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Antipas, conmovido de gratitud, le preguntó cómo la tenía.

—Me la han dado contestó ella.

Un brazo desnudo, un brazo joven, encantador y como torneado en marfil por Polycleto, alzó una cortina frente a ellos. De una manera algo desmañada, y, sin embargo, graciosa, rameó en el aire para coger una túnica olvidada sobre un escabel cerca de la pared.

Una mujer vieja se la entregó suavemente, abriendo la cortina.

El Tetrarca tavo un vago recuerdo que no podía precisar.

127 —Es tuya esta esclava?

¿Qué te importa?—respondió Herodías.


III

Los convidados llenaban la sala del festín.

Tenía ésta tres naves como una basílica, separadas por columnas de madera de algummium, con capiteles de bronce cubiertos de esculturas. Dos galerías con claraboyas se apoyaban encima, y al fondo se encorvaba una tercera galería, afiligranada de oro, frente a frente de un enorme arco de bóveda que se abría al otro lado.

Ardían los candelabros alineados en toda la longitud de las naves. Formaban como matas de fuego entre copas de tierra cocida y platos de cobre, cubos de nieve y montones de uva; pero De lecco