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un lienzo y con las piernas cruzadas, se mantenía un niño muy lindo, que no cesaba de sonreir.

Le había visto en las cocinas, y no podía ya pasarse sin él, y como no retenía bien su nombre caldeo, le llamaba sencillamente "el asiático". De vez en cuando se echaba en el triclinio. Entonces sus pies desnudos dominaban la asamblea.

A este lado estaban los sacerdotes y los oficiales de Antipas, los habitantes de Jerusalén, los primates de las ciudades griegas; y debajo del Proconsul, Marcelo, con los publicanos; los amigos del Tetrarca, los personajes de Kana, Ptolemaide y Jericó; luego, mezclados, viejos soldados de Herodes: doce tracios, dos germanos, un gale;cazadores de gacelas, pastores de la Idumea; el sultán de Palmira; marinos de Eziongaber. Cada cual tenía delante una galleta de pasta blanda para limpiarse los dedos, y, arqueando los brazos como cuello de buitre, tomaba aceitunas, nueces, almendras. Todos los rostros estaban alegres bajo su corona de flores.

Los fariseos las habían rechazado como una indecencia romana. Se estremecían cuando los salpicaban de gálbano e incienso, mixtura reservada a los usos del templo..

Aulio se frotó los sobacos, y Antipas le prometió toda una carga con tres banastas de este verdadero bálsamo que Cleopatra enviaba a Palestina.

Un capitán de su guarnición de Tiberiades, acabado de llegar, se situó detrás de él para hablarle be ice w TRES CUENTOS 9 De or