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En el instante en que se alzaba el sol, dos hombres enviados hacía algún tiempo por laokananr llegaron con la respuesta tan ardientemente esperada.

Confiáronla a Phanuel, que tuvo un éxtasis de alegría.

Luego les mostró el lúgubre objeto sobre la bandeja, entre los restos del festín. Uno de los hombres le dijo:

—¡Consuélate. Ha descendido entre los muertos para anunciar al Cristo.

El esenio comprendió entonces aquellas palabras: "Para que crezca él, es preciso que yo disminuya." Y habiendo tomado la cabeza de Iaokanann, los tres se fueron hacia Galilea.

Como pesaba mucho, la llevaban alternativamente.

FIN