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Dos madres

DON JUAN.—¡Claro!

BERTA. Claro? ¡Obscuro! ¿Quieres casarte conmigo?

DON JUAN. ¡Si!

te mi mujer...

47 BERTA. ¿De propia voluntad?

Juan temblo al percatar tinieblas en el fondo de los ojos azules y claros de la doncella. «¿Habrá adivinado la verdad?», se dijo, y estuvo por arredrarse; pero los ojos negros de la viuda le empujaron diciéndole:

«Digas lo que dijeres, tú no puedes mentir...» DON JUAN. ¡De propia voluntad!

BERTA. Pero la tienes, Juan?

DON JUAN.—Es para tenerla para lo que quiero hacerBERTA. Y entonces....

DON JUAN. Entonces, ¿qué?

BERTA. ¿Vas a dejar antes a esa otra?

DON JUAN.—Berta... Berta...

BERTA.—Bien, no hablemos más de ello, si quieres.

Porque todo esto quiere decir que sintióndote impotente para desprenderte de esa mujer quieres que sea yo quien te desprenda de ella. ¿No es así?

DON JUAN.—Sí, así es—y bajó la cabeza.

BERTA. Y que te dé una voluntad de que careces...

DON JUAN.—Así es...

BERTA. Y que luche con la voluntad de ella...

DON JUAN. Así es...