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Miguel de Unamuno
DOÑA MARTA.—Sí, sí; pero que no lo sepa..., que no le oiga...
RAQUEL Y si me oye, ¿qué?
DOÑA MARTA. Por Dios, señora, más bajo...., que no le oiga..., más bajo...
En aquel momento se oyó un grito desgarrador.
Doña Marta corrió al lado de su hija, y Raquel se quedó escuchando al silencio que siguió al grito. Luego se sentó. Y al sentir, al poco, que pasaba Juan a su lado, le detuvo cogiéndole de un brazo y le interrogó conun «¿qué?» de ansia.
DON JUAN. Una niña...
RAQUEL. ¡Se llamará Raquel!
Y desapareció la viuda.