Página:Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920).pdf/84

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
80
Miguel de Unamuno

BERTA. ¡Ladrona! ¡Ladrona! ¡Ladrona!

RAQUEL.Esas son palabras, y no sabes quién le ha robado a quién. Acaso la ladrona eres tú...; las ladronas sois vosotras, las de tu condición. Y no quiero que hagáis de mi Quelina, de mi hija, ,una ladrona como vosotras... Y ahora piénsalo bien con tus padres. Piensa si os conviene vivir como mendigos, o en paz con la ladrona...

BERTA.En paz?

RAQUEL. —¡A los ojos del mundo, en paz!

Berta tuvo largas conversaciones con sus padres, los señores Lapeira, y los tres, con un abogado de mucha nota y reputación, informáronse del testamento de don Juan, en que aparecía no tener nada propio; del estado de su fortuna, toda ella en poder de Raquel, y ai cabo aceptaron el compromiso. Los sostendria Raquel, a la que había, a cambio, que ceder la niña.

El único consuelo era que Berta volvería a ser madre y que Raquel consignaría un capitalito a nombre del hijo o hija póstumos del pobre don Juan. Pero ¿cómo se criaría esta desdichada criatura?

RAQUEL. Si te vuelves a casar—le dijo Raquel a Berta, te dotaré. Piénsalo. No se está hien de viuda..