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Miguel de Unamuno

Suárez de Tejada, será un Rodrigo y un marqués de Lumbría.» «Eso no depende de mí, padre...» «Pues eso más faltaba, hija—y le temblaba la voz al decirlo—, que después de habérsenos metido en casa ese... botarate, no nos diera un marqués... Era capaz de... La pobre Luisa lloraba. Y Tristán parecía un reo y a la vez. un sirviente.

La excitación del pobre señor llegó al colmo cuando supo que su hija estaba para librar. Temblaba todo él con fiebre de expectativa. «Necesita más cuidado que la parturiente»—dijo el médico.

—Cuando dé a luz Luisa—le dijo el marqués a su yerno—, si es hijo, si es marqués, tráemelo en seguida, que lo vea, para que pueda morir tranquilo; tráemelo tú mismo.

Al oír el marqués aquel grito, incorporóse en la camay quedó mirando hacia la puerta del cuarto, acechando. Poco después entraba Tristán, compungido, trayendo bien arropado al niño. «¡Marqués!»—gritó el anciano—. «¡Sí!» Echo un poco el cuerpo hacia adelante a examinar al recién nacido, le dió un balbuciente y tembloroso, un beso de muerte, y sin mirar siquiera a su yerno se dejó caer pesadamente sobre la almohada y sin sentido. Y sin haberlo recobrado murióse dos días después.

Vistieron de luto, con un lienzo negro, el escudo de la fachada de la casona, y el negro del lienzo empezó