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do á convertirse en el anti-cura; é iguales senti- mientos animan frecuentemente á la maestra. De suerte que la escuela primaria es en muchos si- tios un foco de propaganda anticatólica, como nos sería fácil demostrarlo. Hay quereconocer que muchos profesores y profesoras se mantienen respecto al orden religioso en el terreno neu- tral á que la ley los obliga; pero al lado de ellos, algunos de sus colegas suelen entregarse á una obra anticlerical, por la cual frecuentemente reci- ben recompensa de los Poderes públicos.
Con una actividad que es justo reconocer, aun- que deplorando el espíritu que la inspira, maes- tros y maestras han sabido de diez años á esta parte crear, sostener y desarrollar gran núme- ro de instituciones post-escolares que acabarán por aprisionar como en una red de estrechas mallas toda la población de un Municipio ligán- dola estrechamente á la escuela, de la que han llegado á hacer el centro de la vida intelectual y moral de la colectividad.
Y no ocultan sus intenciones, que no son otras que arrebatar á la iglesia parroquial su hermo- so y tradicional carácter de mansión común. Has- ta ahora, el elemento femenino constituía la parte más numerosa, más fiel y más adicta á la sociedad cristiana. Pero á él precisamente se di- rigen los esfuerzos de nuestros adversarios, pues todo el empeño del anticristianismo se cifra en conquistar el alma femenina, valiéndose singu- larmente de esas instituciones complementarias de la escuela para realizar tan decisiva con- quista.
Si alguien cree que nuestras palabras son exa- geradas y que sólo nos mueve un prejuicio de partido ó de secta, basta recomendarle la lectura de una de las últimas Memorias que un Inspector general de la enseñanza, M. Edouard Petit, aca-