Lo deducía de que varias veces me había soltado esta frase: «recién voy á dar cuenta á mis indios de lo que hemos arreglado, y lo que ellos decidan, eso será lo que se haga.» Yo estaba prevenido desde la noche anterior.
Accedí á la exigencia, leyendo otra vez los artículos del tratado que más preocupaban ó interesaban.
Comer será siempre un capítulo primordial para la humanidad.
Varias voces gritaron en auracano:
—¡Es poco! ¡Es poco!
Lo comprendí porque ciertos cristianos repitieron la frase en castellano, con intención, apoyándola con repetidos¡ sí! ¡ sí!
Mariano Rosas, notando aquello, me echó un discurso sobre la pobreza de los indios, exigiéndome la entrega de más cantidad de yeguas, hierba, azúcar y tabaco.
Contesté que los indios eran pobres porque no amaban el trabajo; que cuando le tomaran gusto se harían tan ricos como los cristianos, y que yo no podía comprometerme á dar más de lo convenido, que no era poco, sino mucho.
—¡Es poco! ¡ es poco!—volvieron á gritar varios á una.
—Lo ve usted—me dijo Mariano Rosas, que no me trataba ya de hermano,—dicen que es poco.
—Lo veo—le contesté ;—pero es que no es poco, al contrario, es mucho.
—¡Poco! ¡ poco! ¡ poco!—gritaron simultáneamente más voces que antes.
Tomé la palabra, volví á leer los artículos del tratado estipulando la entrega de yeguas, etc., los comparé con lo que se les entregaba á las indiadas de Calfucurá, y probé que iban á recibir más que ellos.