me estremece y me enternece, lo que me consuela y lo que me agita.
¡A impulsos de qué?
Lo que ayer embellecía mi vida hoy me hastía; lo que ayer me daba la vida, hoy me mata; ayer creía no poder vivir sin lo que hoy me falta, y hoy descubro en mí gérmenes inesperados para resistir y sufrir.
Como la lámpara que se extingue, pero que no muere, así es nuestro corazón.
Nos quejamos de los demás, jamás de nosotros mismos.
¡Es que somos ingratos ó severos?
¡No!
Es que no nos entendemos.
Si nos comprendiéramos no seríamos injustos, anhelando como anhelamos el bien.
«There is a tide en the affairs of men, «Which, taken at the flood, leads on to fortune.
Que hay una marea en los negocios humanos que entrando en ella cuando sube conduce á la fortuna.
Sea de esto lo que fuere, una cosa es innegable,que quien sabe sufrir y esperar, á todo puede atreverse. Y si esto se negase, no me negarán esto otro:
que cuando el hombre tiene necesidad de un hombre y lo busca, le halla.
Nuestra desesperación no es frecuentemente más que el efecto de nuestra impaciencia febril.
La solidaridad humana es un hecho tangible,—en política, en economía social, en religión, en amistad.
La vida se consume cambiando servicios por servicios. La armonía depende de este convencimiento vulgar, que está en la conciencia de todos: hoy por ti mañana por mí.
Es por eso que el tipo odioso por excelencia, es el de aquel que, violando la sabia ley de la reciprocidad, se