tjarse en una china para exclamar después: fuí, vi y vencí?
No tal.
La libertad es un correctivo en todo. Como la lanza del guerrero antiguo, ella cura las mismas heridas que hace. Esta verdad es vieja en el mundo.
La libertad trae la licencia, pero la licencia tiene su antídoto en la licencia misma.
En cuanto á la libertad de la mujer, esta observación social ha sido hecha ya no recuerdo por quien.
Las francesas se casan para ser libres; las inglesas para dejar de serlo. ¿Cuáles son los efectos? Que en Francia es mayor el número de mujeres solteras seducidas y en Inglaterra el de casadas.
Y, por regla general, los predestinados del matrimonio son los celosos. ¿Por qué? porque el pudor es el mayor cancerbero de la mujer.
¿ Existe el pudor entre las indias? se me preguntará quizá mañana por algunos curiosos.
Para ahorrarme contestaciones, anticiparé que en todas partes del mundo, así entre los pueblos civilizados, como entre las tribus salvajes más atrasadas, la mujer tiene el instinto de saber que el pudor aumenta el misterio del amor.
De lo contrario, sería cosa de hacerse uno indio mañana mismo, de renunciar á la seguridad de las fronteras y dejarnos conquistar por las Ranqueles.
Al lado de la mujer soltera, la mujer casada es una esclava, entre los indios.
La mujer soltera tiene una gran libertad de acción; sale cuando quiere, va donde quiere, habla con quien quiere, hace lo que quiere.
La mujer casada, depende de su marido para todo.
Nada puede hacer sin permiso de éste.