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Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/58

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—¡Desaten ese hombre!—grité con inexplicable mezcla de coraje y tristeza.

Y en el acto el hombre fué desatado, y los rugidos cesaron, oyéndose sólo:

—Quiero hablar con mi Comandante.

Vino el Comandante de campo, y en dos palabras me explicó lo acontecido.

—¡Han asesinado á un vivandero que estaba de visita en el rancho del alférez Guevara!

—¿Quién?

—El cabo Gómez.

—¿Y quién lo ha visto?

—Nadie, señor; pero se sospecha sea él, porque está ebrio, y murmura entre dientes:—Había jurado matarlo, ¡un bofetón á mí!...

¡Me quedé aterrado!

Pasé el parte sin mentar á Gómez.

Y aquí termino hoy.

Lo que no tiene interés en sí mismo, puede llegar á picar la curiosidad del amigo y de los lectores, según el método que se siga al hacer la relación.

El cabo Gómez queda preso.