VIII
Á inmediaciones de mi reducto estaba el Palmar de Yataití, donde tantos y tan honrosos combates para las armas argentinas tuvieron lugar.
Allí fué enterrado el cabo Gómez, y sobre su sepulcro mandé colocar una tosca cruz de pino con esta inscripción:
«Manuel Gómez, cabo del 12 de línea.»
Durante algunas horas su memoria ocupó tristemente la imaginación de mis buenos soldados. Y, poco á poco, el olvido, el dulce olvido fué borrando las impresiones luctuosas de ese día. Al siguiente, si su nombre volvió á ser mentado, no fué ya á impulsos del dolor sufrido.
Así es la vida, y así es la humanidad. Todo pasa felizmente, en una sucesión constante, pero interrumpida, de emociones tiernas ó desagradables, profundas ó superficiales.
Ni el amor, ni el odio, ni el dolor, ni la alegría, ab-