Página:Una traducción del Quijote (1).djvu/27

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desgracia: bien es verdad, que respecto á él apenas sé nada,

— Decís que es extranjero, ¿de qué país?

— Español.

La Princesa hizo un brusco movimiento, reprimiendo una exclamación. El recuerdo de su incógnito amante y del duelo surgió impetuoso en su imaginación.

— Mi querida Madlle., —dijo, procurando ocultar su emoción.— Hace tiempo que nos conocemos; vuestros pesares no pueden serme indiferentes y desearía que fueseis más explícita conmigo.

— ¡Ah! señora Princesa; lo que á mí me pasa es toda una novela: temería molestaros...

— De ningún modo y á no ser que dudeis de mi discreción...

— ¡Qué decís, señora Princesa! Agradezco en el alma vuestro interés; pero...

— Vamos, Madlle. tendré una satisfacción en procurar consolaros. Estais muy pálida y conmovida, lo cual demuestra que os suceden cosas graves. Yo soy una niña; pero. Katti tiene mundo y experiencia, y quizá podrá serviros de algo.

Madlle. Guené, halagada por aquel aristocrático interés, y experimentando los impulsos de su locuacidad habitual, estaba deseando hablar.

— Si la señora Princesa —dijo,— tiene la bondad de permitirme dar una vuelta por el cuarto del enfermo... porque temo que mi relato sea un poco largo.

—Id, Madlle., os esperamos.


IV.

La Princesa aguardó la vuelta de la modista con la mayor impaciencia. Como ella no le sabia, creyó excusado preguntarla el nombre del herido; pero esta circunstancia, y la de ser español, apenas la dejó dudas respecto al recelo que abrigaba. Ciertamente, aquel jóven herido y español, no podia menos de ser el incógnito de Madrid y del vestíbulo del teatro de la Opera. En esta creencia, sólo la conveniencia social la hizo reprimir su deseo de acompañar á la modista en su visita al enfermo, y mientras la esperaba, pensó en la extraña casualidad de haber quizá encontrado á la persona