Página:Una traducción del Quijote (2).djvu/13

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el mercado, como si hubiese sido el caballo de un chalan, y vendimos también la sortija de mi madre y el bastón de mi padre: todo, todo; ¿qué habiamos de hacer? era preciso seguirla, verla, adorarla... ¡Ah! ¿Qué te decia yo?... ¡Ah! sí, te decia que soy rico, muy rico... pero no es este el sitió á propósito para hacerte partícipe de mi secreto. Ven conmigo, —prosiguió tomando de la mano á Damian y llevándole á su dormitorio,— prefiero enseñarte mi tesoro para que te admires y comprendas en toda su extensión mi felicidad.

La modista siguió á ambos, llena de dolorosa curiosidad.


VIII.

Miguel abrió el cajón de una mesa que habia al lado de su cama, sacó un rollo de papeles manuscritos, y de periódicos, se detuvo á contemplarle con la alegría del avaro contemplando verdaderas riquezas, y con el rostro radiante de felicidad, dijo:

— ¿Ves, Damian? Pues todos estos son billetes, billetes del Banco de San Petersburgo. Mira cuantos hay. Representan valores incalculables: tres millones de rublos. ¿Tienes tú noticia de muchos, como no sea alguno que otro Príncipe soberano, que posean igual fortuna? Y sin embargo, —continuó Miguel,— ¿crees tú, mi buen Damian, que soy un ambicioso vulgar, que aprecio estos valores por egoísmo ú orgullo, como sucedería á la mayor parte de los hombres que se hallasen en igual caso? No, mil veces no. Yo he deseado ser rico para acercarme á ella, para rodearla de todos los goces, de todos los prestigios del mundo, para elevarla un altar donde seré al mismo tiempo el sacrificador y la víctima feliz; pero no creas por eso que ella me ama por mis riquezas, sino porque ha comprendido el culto ardiente y sin igual que la he consagrado; porque ha querido hacerme enteramente dichoso, porque ha hallado en mi corazon otros tesoros de ternura más valiosos, más apreciables todavía. Atiende bien, Damian, voy á contarte mi última entrevista con ella. Tú juzgarás si aquella alma puede descender á tan mezquinos deseos.

Ayer por la noche la vi en este mismo sitio donde ahora nos hallamos. Hacia mucho tiempo que yo la esperaba, para enseñarla como á ti estas riquezas. Ella las miró con desden y con su voz