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limitandonos á decir que roto el hielo aparente, aquellas dos almas, tan cargadas de electricidad amorosa, estallaron, se penetraron y se confundieron.
El Príncipe y el médico les observaban afectando no hacer caso de ellos.
María estaba radiante; el carmin de la felicidad coloraba sus blancas mejillas.
En cuanto á Miguel, hallábase fascinado y como atónito. ¡Habia sufrido tanto! Aquella peripecia de amor era tan rápida y tan inexplicable, que durante algunos momentos creia estar soñando.
El don del amor es la caricia de Dios á sus criaturas.
FIN DE LA PARTE TERCERA.
(Se continuará.)
F. Moreno Godino.