rio que está adentro del hombre mismo, y que en- cierra cosas desconocidas. El que avance por este laberinto, laberinto contínuo de lo real, deberá escapar a todo hechizo. No se sabe si nos perdere- mos en él; ignoramos igualmente si los hombres que vivieron, y han muerto, se han perdido irreme- diablemente. Por adentro de nosotros mismos, apa- rece como una fuerza que nos disgrega y nos apa- ga; no puede surgir de aquí, sin embargo, una con- cepción pesimista de la vida. La muerte que sen- timos por adentro de nosotros mismos, no nos de- be llevar a un ocultamiento de los problemas. El sabio ama la vida y no vuelve la espalda ante nin- guna cuestión. ¿Ni esperanza ni salvación, enton- ces? Hay también esperanza, pero viene después del dolor, y es más honda que el dolor. Esperanza concreta; esperanza enfrentada al enigma, no naci- da de una fuga de lo real. Puntos de vista que Vaz Fesreira ha ensayado ante todas las cuestio- nes, con una consecuencia varonil y renovada. Pe- ro, dejemos esto, cuyo análisis requeriría la ilimi- tada atención de todos.
Ahora es preciso terminar.
Partiendo de un análisis de lo real tal como apa- rece a Vaz Ferreira y evitando las simetrizaciones verbales y conceptuales, hemos descubierto la zo- na de los hechos y las posibilidades y sugestiones que los condicionan. Vimos en qué consistía el des-
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